jueves, 5 de febrero de 2009

¡MENUDA FALACIA!

La sociedad y más aún la religión, nos ha enseñado a no desear el mal a nadie. Me parece correcto y justo. Es aquí cuando surge mi cuestionamiento: ¿será verdad que cuando decimos con una fuerte carga emocional negativa de rencor, incomprensión, ira y dolor encubierto, “ojalá que jamás pases por lo que yo estoy pasando”, será cierto? De ser así, enhorabuena, de lo contrario es un gran autoengaño. De todos modos, no es ésta mi observación hacia esta expresión. Cuando se pasa por diversas experiencias sean positivas como negativas, y que facilitan que el ser humano se crezca a través de ellas en todos los sentidos, llegando incluso a desarrollar diversas herramientas individuales que le acerquen cada vez a un nivel mas alto de autorrealización personal; una expresión como ésta, conlleva inconsciente un deseo de que los se queden en el estado hasta dónde han podido llegar. Conciente de ello, cuando por el camino de la vida me encuentro con personas indolentes, insensibles al dolor humano e irrespetuosos hacia la persona; soy muy sincera: “ojalá tuvieses la oportunidad de pasar sólo una parte por la que yo estoy pasando, para ver si eres capaz de mantenerte en pié, seguir adelante y sobrellevarlo con la misma dignidad como lo llevo yo. De ser así, estaremos en igualdad de condiciones para debatir, reflexionar y más aún, recapacitar sobre el dolor de los otros, evitando de esta manera, especular sobre sentimiento de los demás y más aún imponer criterios”. No deseo el mal a nadie. Sólo espero que la persona tenga la misma opción que yo, de crecer y crecerse ante la tempestad así como de aprender a reconocer los plácidos momentos que la vida otorga. A partir de aquí, le deseo: valor para resistir cualquier experiencia dolorosa e identificar las placenteras. Inteligencia para abordar cualquiera sea la experiencia: tanto positiva como negativa. Sensibilidad para aprender de cada una ellas y sobre todo rodearse de buenos amigos. Amigos que le acompañen, le animen en el cansancio, que le aliente a seguir hacia delante en la oscuridad, y que le animen a salir de su cascarón para que sea ella misma. Una vez pasada la experiencia, estaremos en igualdad de condiciones: para discutir, debatir y sobre todo, lo más hermoso: para compartir. Una experiencia así, como cualquier otra, siempre es una experiencia individual, nunca generalizable, porque otorga a las personas que la experimentan las herramientas necesarias para acompañarles en su crecimiento personal. Por ello, mi esfuerzo como psicóloga y sobre todo como persona y mujer: el enseñar a vivir la vida para que cada quién vea sus experiencias con ojos diferentes a lo que se nos ha enseñado a ver, y sobre todo a respetar los tiempos y espacios que cada persona necesite para aprender a desarrollarse y seguir creciendo. Isabel Gómez

2 comentarios:

Unknown dijo...

me gustó mucho el blog... volveré!!!

http://infaliblemente.blogspot.com/

María Isabel Gómez Castillo dijo...

Te espero, estaré encantada de seguir escribiendo para personasa como Tú. Un placer.
Isabel Gómez