lunes, 9 de febrero de 2009

SER MAESTRO; PARA MIS MAESTROS

En la actualidad, cuando encontramos sociedades triviales, oportunistas, competitivas, clasistas, faltas de ética, retrogradas…, encontrar un maestro es nunca mejor dicho: descubrir “una aguja en medio de un pajar”. El maestro, nace siéndolo. Es una característica individual que no se aprende, sólo se desarrolla si se cuenta con la virtud que le sea innata e inherente como persona concediéndole un escalafón socio-cultural. Un maestro no sólo es el que tiene conocimientos, es el que tiene el arte de saber transmitirlos con un toque “mágico” que va acompañado de su “presencia”, personalidad, del saber ser y el saber estar. Es la autenticidad pura. Es el que hereda. Y hereda, más allá de lo que la historia o cualquier texto puede ser capaz de recoger; hereda sabiduría humana, ética, valores. Es el que detecta y esculpe maestros en dónde los haya. Es el que da a sus alumnos la oportunidad de convertirlos en sus discípulos. Es el que invita a superase a sí mismo y a superarlo. Es el que enseña a ser crítico, analítico, coherente con sus principios. Es el que con su sola presencia rompe con patrones tradicionales, hechos que un simple docente o profesor es incapaz de conseguir. Como ejemplos de maestros... unos cuantos, cuyos nombres la historia ya recoge. Por ejemplo: he tenido la suerte de nacer a tiempo para escuchar y aprender en directo de grandes maestros costumbristas de la cultura y arte peruano, como por ejemplo: don Nicomedes Santa Cruz, doña Alicia Maguiña, doña Chabuca Granda, Manuelcha Prado (mi primer profesor de guitarra y además andina). También he tendido otros maestros, que como diamante en bruto me pulieron a nivel personal y espiritual, como fueron don Antonio Ravina Navarrete (sacerdote) o Sor Margarita García de Las Hijas de María Auxiliadora, a quienes debo el amor a la vida, el concepto y valor de la gratitud, así como la complicidad a la hora de saber ser amiga. Quiero recordar de forma especial a mi profesora de psicología, lógica y filosofía de la Gran Unidad Escolar Miguel Grau, en dónde cursé mi secundaria; a ella debo el haber perdido la timidez a lo hora de levantar la mano para expresar en voz alta lo que pienso; me enseñó a observar, cuestionar, debatir, retar, defender y sustentar mis ideas. También deseo mencionar a mi tan respetado profesor de la universidad del curso de psicopatología, don Héctor Chúe, a quién debo el arraigado respeto a la ética profesional, de quién aprendí a hilar fino en la observación y el diagnóstico para ser una buena profesional. Deseo nombrar a don Antonio Castells Durán, ciudadano catalán con solera experiencia como escritor, docente universitario, economista, a quién debo el amor a Cataluña y su historia, entender su deseo de autonomía, así como a valorar el sentido de defensa de la identidad de los pueblos manteniendo viva su memoria histórica. Seguro que olvido más de un nombre. Pero de los que menciono, unos más conocidos que otros, debo mi estancia, mi presencia y mi ávido afán de superación personal y profesional. Debo la elegancia a la hora de saber aprender sea del oficio que fuere y crecerme en él, les debo el deseo de transmitir mis experiencias. Para ellos, mis maestros, estas palabras, este esfuerzo y este espacio. Isabel Gómez

2 comentarios:

Martha Cecilia Cedeño-Pérez dijo...

si, los maestros y maestras son, ante todo, formadores de personas, de seres humanos íntegros. ¡Cúan difícil es hallarlos y hallarlas! Pero cuando topamos con uno o una no cabe duda que encontramos un tesoro. Yo recuerdo a mi profesora de Castellano en la secundaria (Amanda Oliveros) ella me inculcó el amor por la literatura. Y en la universidad encontré también a uno estupendo: Luis Ernesto Lasso. Su entusiasmo, entrega, dedicación y calidad humana fueron decisivos no sólo para inclinarme por las letras sino para tener un sentido distinto de la realidad.
Un abrazo,
Martha

María Isabel Gómez Castillo dijo...

Mi querida Marta, gracias por ayudarme a sacar del anonimato a grandes personajes, maestros ellos, porque ellos se merecen nuestro reconocimiento y agradecimiento.
Isabel Gómez