miércoles, 24 de marzo de 2010

UN JERBO, MUY AMADO II










Amado, aprendió a llamar mi atención para que jugase con él, lanzando semillas al suelo, así ante el sonido de las mismas yo iba y jugábamos. Todo esto mientras él estaba activo y tenía ganas de marcha.
Con el paso del tiempo, fue ganando más espacio, y le gustaba el calor de los fogones, así que en cuanto terminaba de cocinar, se iba corriendo a sentarse encima del que estaba más caliente.
Después, ya más entrado en confianza, aprendió conservando cierta distancia, a sostenerse sobre sus dos patas traceras, al lado de los fogones, para  percibir el olor a comida, pasándole desapercibida, la que no le era de su "gusto olfativo". Por ello, lo nombre, mi ayudante de cocina. Con el paso del tiempo, pasó esta faceta, mientras la combinaba con otra.
El microondas, se volvió, para él un objeto de reto. Tenía que ser rápida que él, para utilizarlo, porque si me descuidaba, Amado, ya estaba dentro. Comprendí en conjunto que le gustaba el calor, pero ello no era sano para él, por lo cual, se convirtió en un juego de agilidad motora y atención.
Con el paso del tiempo, una vez llegado el invierno, pasó a instalarse en el sofá. 
Descubrí que los cojines gruesos, lleno de goma espuma, eran su pasión. Los roía, y luego…, a jugar: abrazaba la goma espuma con sus dos patas delanteras, con las traseras se sujetaba  y vivir con su placer: tirarlo todo al suelo o a los alrededores del sofá. Lo cierto, es que no le hacía ninguna gracia, cuando debía de recoger su desorden, porque para él todo ese rincón se convirtió en su madriguera: escondía en un chaquetón viejo, la comida que más le gustaba mientras iba royendo todo su espacio, preparado para él, en sus ratos de labor y ocio a la vez.
Cerca, estaba el teléfono. Como le gustaba llamar la atención, cada vez que hablaba por teléfono, él salía. Quería que le tocasen la cabeza, y posteriormente, aprendió a pasarse al mueble en dónde estaba el teléfono; a veces, se ponía encima de él y si la conversación le parecía larga, se ponía cual pisapapeles, sobre unas pequeñas hojas para tomar recados o mensajes, o directamente sobre el teléfono.
Este Jerbo, llamado Amado, con forma de ratita de campo, al igual que muchas otras mascotas roedoras que he llegado a tener, llegó a responder a su nombre, a venir a mi mano cuando lo llamaba, él “me invitaba de su comida” (la que por cierto, tenía que recibírsela), tenía mucha fuerza para trasladar los royos de cartón, era de paladar fino, ya que le gustaban las semillas preferentemente ecológicas, etc.

Isabel Gómez
Fotos: Jerbo, Amado
Fotos: Isabel Gómez Castillo

3 comentarios:

diablesa dijo...

Que gracioso, la verdad que los animales son muy inteligentes, ya deberíamos aprender de ellos; a mi ese tipo de animal ""rata"" no me gusta me da grima, pero la verdad que viendo tus fotos parece gracioso. saludos

Unknown dijo...

amiga, cuanto amor podemos aprender de estos animalitos!
que bueno que llego a tu vida y tenes lindos recuerdos con el.
besotes

María Isabel Gómez Castillo dijo...

Efectivamente, Elina y Diablesa, este Jebo, que me pensé que era una ratita, me dejó el corazón partido. Supo hacerse querer, se supo hacer un espacio en mi corazón, en mi tiempo y en el piso. Como cada uno de mis mascotas roedoras, ha sido especial, lástima que supiese tardiamente que era un Jerbo. Ahora comprendo su conducta, y el porque le gustaba hacer como si busease entre bolsas, papel y lo más gracioso con la goma espuma del cojín. Lástima que de estos gestos, no tengo fotos. Era muy rápido, las lanzaba, para que luego, se las pusiera en sofá, para volver a lanzarlas al suelo, ja, ja, ja..., así iba de entretenida.
Isa