lunes, 29 de enero de 2018

Muerte, que a mi vera duermes



Muerte que a mi vera duermes.

Sigilosamente viva,
te regocijas en mi árido llanto
y aturdido despertar.

En alas  de frondosos Gallinazos bates tus anhelos.

Me deseas…,

¡Pero te resisto!,
como se resiste la noche de la Antártida
o el medio día del Desierto del Sahara.
                                                                                                                  
Muerte que a mi vera esperas,
mi descanso para hacerte con él.

Mientras me velas
privas con soplos de tu aliento,
el mío;
¡Y no te lo permito!,
y resentida,
te haces más fuerte en tu ira,
y con ella,
tu traicionero golpe 
pretende abatir mi ser.

Tu impotencia
de no saberme tuya,
¡ni yo!,
de saberte mía,
nos hace amigas en la espera.

¡Muerte!

¡Ay…!,
verdadera muerte,
(la de la ausencia en la vida)
no eres la mía,
sino la tuya.

Y así te dejo
¡muerte!
feneciendo en tí.
para yo seguir el vivir en mí
la otra muerte:
la que me da presencia
ante la vida. 


María Puccio.
Fotografía de María Puccio.

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