Las secuelas de pasar por experiencias arriba descritas no tienen un precio para compensarlas.
No considero que los resultados obtenidos a través de la vía judicial y una vez mediante un tribunal médico, puedan ser un fracaso mi lucha por una vida digna, en dónde se cumplan los mínimos derechos fundamentales de la persona y sobre todo de una mujer, así como los constitucionales. Vulnerar estos derechos por causas diversas, y probablemente (tal como pasó en su día, en el ámbito sanitario), en el ámbito jurídico, se halla dado un hecho evidente de discriminación, dado que para el estado Español, yo soy un inmigrante; por lo tanto, he de responder unos prototipos creados y recreados por algunos jueces y funcionarios que, cansado de realidades diversas, lleguen al punto de realizar generalizaciones, con tal de que un miembro que sí es de su comunidad, quede impune.
Lo cierto, es que luchar por el derecho a la vida, ya sin hablar que ésta sea digna, se convierte en una batalla casi campal de individuo versus sistemas institucionales: jurídicos y sanitarios.
Estas son las realidades de las personas que padecemos maltrato: individual, institucional y, además, Fibromialgia. En conjunto, lo que se genera es una realidad discriminatoria no sólo para la mujer, sino para una mujer extranjera y además con un diagnóstico también discriminatorio para algunas empresas que no desean trabajadores con este tipo de diagnóstico.
Entre la principal secuela que se presenta ante estos hechos, es la agudización de la sintomatología de la Fibromialgia. La sintomatología, no siempre se presenta en cuanto al ámbito físico, y en los síntomas habituales; sino muy por el contrario, la primera reacción es la aparición de un agotamiento mental causado por todo el proceso que se haya experimentado el que en algunos casos es confundido como un cuadro depresivo, cuando en realidad, lo que se está generando, es una alteración en todo el sistema metabólico del organismo para dar pié a sintomatologías que pueden ser propias de enfermedades autoinmunes, hormonales, entre otras, aunque sea una pérdida de memoria, o lagunas mentales, o disminución de la concentración o de la capacidad de elaboración del lenguaje o procesamiento de la información; ya que estas alteraciones, no sólo responden a los niveles acusados de estrés, sino a alteraciones en los procesos psinápticos que trasladan la información a diversos niveles de nuestro sistema nervioso, y estos pueden ser provocados también por alteraciones hormonales y no necesariamente por la misma sintomatología del estrés.
Entre otras alteraciones que pueden aparecer, son las de tipo viral, debido a la caída de la capacidad del sistema inmune de la persona debido a los niveles de estrés que pueda haberle provocado una situación de reclamación de sus derechos a la vez de su libertad.
También aparecen herpes, o inflaciones en la piel difícil diagnóstico, ya que son recurrentes, oportunistas, evolucionando rápidamente en el transcurso de los días llegando a ser muy agudas, al punto que la exposición al sol o el contacto con determinados productos generan una mayor irritabilidad. Estas, una vez que han hecho su aparición, suelen aparecer única y exclusivamente cuando el sistema inmune del organismo de la persona está debilitado por el motivo que fuere.
Temblores musculares, problemas con el sueño, exceso de sudoración, cuadros crónicos de diarreas, entre otros, son los que también quedan presentes, entre los ya conocidos problemas visuales, de lateralidad, de orientación espacial y capacidad de calcular distancias con los objetos, eccemas en la boca o sangrado de encías, entre otros.
Resumiendo: el hecho de que aun sujeto maltratador se le exculpe vía jurídica, no debería eximirle de sus responsabilidades socio-jurídicas, así como tampoco de la realidad del tipo de ser que és. El desgaste físico, psíquico y moral que una mujer padece ante estas situaciones debería ser la principal prueba de lo que se pretenda juzgar. Así mismo, debería juzgarse compensarse a quién vive toda esta situación, si además, como ha sido mi caso, me he visto obligada a cambiar de trabajo para mejorar yo por iniciativa propia mi calidad de vida, sin ser asistida debidamente por las instancias que en su momento les correspondió velar por mi integridad física, psíquica y moral. El objetivo de un maltratador, es ver a su víctima sin nada, perdida, derrumbada (como si el quietarle la vida, sólo fuese una cuestión de llegar en ataúd).
A mí me quitaron mi vida, con engaños que me ofuscaron rápidamente, sin darme un respiro a ver lo que tenía en delante. A mí se ha restado años de ejercicio profesional, sólo para sobrevivir ante un maltratador. A mí, se me ha restado salud porque mi maltratador quería verme sin vida; ¡estuvo a punto de conseguirlo!, sin embargo, estoy aquí, para dejar constancia de cómo esta gente, tiene cómplices: Jueces, fiscales, abogados, secretarias judiciales, mossos d’escuadra, médicos, ciudadanos de sabe Dios de qué clase (lastimosamente, algunos también extranjeros e inmigrantes para Cataluña).
Isabel Gómez
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