Llevo muchos años preguntándome ¿qué será de don Julio César Gómez Briceño?
A éste hombre, debo el haber evitado casi ser excluida y mal tratada, en una sociedad machista, clasista, porque hace cuatro décadas atrás, en Lima, ser hija de madre soltera ya era motivo de todo tipo de desprecio social, más aún, si además, se carecía de padre conocido como era mi caso, sin embargo tuve la fortuna, de haber sido adoptada por Don Julio César Gómez Briceño.
Desconozco el trato que realizase con mi madre sólo sé que la crueldad de aquella sociedad de entonces, me fue más ligera porque ya no llevaba dos “pecados”, sino sólo uno. Si pasé algún dolor fue por ser hija de madre soltera, más no, por no tener padre conocido.
Por ello, a este hombre de raza noble raza negra y picarón…, le debo también parte de la nobleza que hay en mi corazón, que además contempla con gratitud cada grato recuerdo que en mi memoria surge de su buen trato que en contados momentos pude compartir con él, su cariño incondicional, sabios consejos, su especial protección, grandísimo respeto como admiración hacia mi persona y sobre todo mucha prudencia y respeto hacia pactado con mi madre. Jamás, me hubiese imaginado que mi padre de verdad ere un desconocido, porque él, César Gómez, también supo suplir con sus carencias así como con sus virtudes su imprescindible función en un rol determinante para que yo me sintiese segura, querida, protegida.
Son ya casi 25 años que no sé nada de él de manera directa, sólo algún que otro comentario de algún familiar que dice haberle visto por San Felipe de Comas en Lima y de otro familiar que indica haberle asegurado que se él sentía orgulloso de mí demostrándome con ello un gran cariño.
La historia es compleja, sin embargo de todo lo que a mi inquieta, es paradero actual.
Decirle a una persona que no ha tenido obligación alguna de cederme su apellido, de darme un trato digno, de presentarme ante su familia siempre con orgullo señalándome quienes eran mis tíos y los mismos acogiéndome con cariño…, soportar algunas exigencia por mi parte ya que pensaba que era mi padre de verdad, porque así lo fue, mientras él en silencio sin reproches callaba la verdad serenándome y complaciéndome en algunos caprichos más vinculados a la buena comida que a otros banales…, así como en algunas necesidades incluso de tipo básicas, muy digno y noble por su parte.
Es como para no olvidarlo.
También, es como para decirle (aunque no sé si ya es tarde), que yo también le quise como padre y que le estoy agradecida por su cariño, respeto, confianza, sencillez, amabilidad con la que siempre me quiso y que desearía que siga vivo, para que me cuente parte de la historia de mi vida que muchos intentan ocultar. Una parte de la historia de mi vida que se me ha sido arrebatada, que sin embargo, es necesario conocer para cuando se comienzan procesos de conciliación interior, de perdón, de declinarse por el vivir más que por el morir.
Gracias César Gómez, por concederme tu apellido, por enseñarme a amar a los de tu raza hasta el punto de sentirme orgullosamente negra, gracias padre por haberme concedió estar en un pedestal diferente dentro de una sociedad en la cual sin ti, no hubiese sido posible desde un inicio estar.
Isabel Gómez.
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