¿Qué es la madurez humana?
La Madurez Humana
http://es.catholic.net/op/articulos/43144/que-es-la-madurez-humana
Además de ser el cementerio de buenos proyectos, la falta de madurez es causa de inestabilidad y frustración en la vida
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
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Hecha la opción fundamental, el siguiente paso es ser coherente con ella, pero el hombre como “imago Dei” , imagen de Dios difuminada por el pecado debe trabajar toda su vida para adquirir esta coherencia.
Ahora bien, éste trabajo de identificación con la opción por Dios y por la vida virtuosa necesita como plataforma y cimiento de construcción, la madurez humana.
Todos conocemos hombres y mujeres que tienen el deseo de vivir de acuerdo con lo que creen, de practicar las virtudes, de conseguir sus metas e inexplicablemente no lo logran a pesar de tener el deseo profundo de lograrlo. Lo que sucede es que falta la formación y madurez humana, faltan los cimientos sobre los cuales poder construir el gran edificio de la santidad y del logro de ser fiel a esa opción fundamental que se ha hecho.
Es un hecho que la gracia de Dios es lo que más perfecciona al hombre, pero la gracia no tiene sentido sin el hombre. Necesita un hombre maduro como tierra fecunda para que crezca la semilla. Sin esta base, todo se queda en buenos deseos y buena voluntad, pero nada más. ¡Cuántas personas conocemos que han llegado a fracasos morales, económicos, familiares, sabiendo buen lo que querían y debían hacer, pero sin haber puesto los medios necesarios para realizarlo! Todo esto se debe en gran parte a la falta de madurez humana.
Además de ser el cementerio de buenos proyectos, la falta de madurez es causa de inestabilidad y frustración en la vida, pues una persona que vive según las pasiones, según las impresiones del momento, no puede hacer una opción en la vida sin dejar de replanteársela, ponerla en duda, traicionarla, muchas veces, perdiendo así tiempo y energías en una serie de obras emprendidas y nunca terminadas.
¿Qué es la madurez humana?
La madurez humana consiste en la coherencia entre lo que se es y lo que se profesa, y que tiene su expresión externa más convincente en la fidelidad y responsabilidad en el cumplimiento de los compromisos y deberes contraídos con Dios, con la Iglesia y con los hombres. Para ello es necesario hacer un esfuerzo constante para lograr la capacidad de tomar prudentes decisiones y opciones definitivas, la estabilidad de espíritu, la integración serena de las fuerzas emotivas y de los sentimientos bajo el dominio de la razón y de la voluntad, de la fe y de la caridad, la actitud de apertura y donación constante a los demás, sin excepción de personas, y la rectitud en el modo de juzgar sobre las personas y sobre los acontecimientos de la vida.
La madurez no es una cualidad única, sino una virtud formada por muchos y variados aspectos. Es una gama de actitudes ante la vida.
El Vaticano II describe así estas cualidades: estabilidad de espíritu; capacidad para tomar decisiones prudentes; y rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres.
Ideas erróneas sobre la madurez humana
Estas son algunas ideas erróneas sobre la madurez que pueden tener nuestros alumnos y que es necesario que mediante nuestra labor se vayan clarificando.
Para algunos la madurez consiste en llegar a una edad en la que se puede hacer todo lo que se quiera, sin límite.
A veces sucede que, llegando a cierta edad, el joven es considerado automáticamente “maduro”, lo cual implica el derecho a consumir bebidas alcohólicas y frecuentar ciertos lugares reservados para personas “maduras”.
El error fundamental en estos casos, es una concepción unilateral de la madurez. Quienes así piensan se preocupan más de lo que se puede hacer que del por qué hacerlo. Ser maduro es mucho más que poder realizar ciertos actos considerados maduros. En realidad, lo importante es que el joven que llega a esta edad sepa no solamente lo que puede hacer, sino por qué y en función de qué puede hacerlo.
El uso de las cosas tiene que estar determinado por un fin que el mismo hombre pone, y no viceversa. El hombre no toma cualquier carretera por el mero hecho de tener un coche. Para saber qué carretera tomar, es preciso tener una idea de dónde quiere ir. Por eso, es necesario que el joven tenga claro un objetivo de lo que se pretende en la vida, lo cual determinará el uso de los medios que tiene.
Algunas cualidades de la madurez humana.
1. Una persona madura se nos presenta como alguien que ha adquirido la capacidad habitual de obrar libremente. Es decir, una persona que hace opciones conscientes y responsables, con estabilidad, sin tener que pasarse la vida replanteándose sus decisiones, sin adquirir una seguridad y una certeza sobre ellas. Esto no se trata de no cometer nunca errores o de no cambiar nunca de opinión, sino de tener claros algunos principios fundamentales en la vida.
2. Una persona madura ha logrado la adquisición de un dócil y habitual autocontrol emotivo con la integración de las fuerzas emotivas bajo el dominio de la razón. La persona madura no vive a merced de sentimentalismo, impulsos o tendencias, sino que vive de principios, de dominio personal, ce convicciones aunque a veces los sentimientos quieran dominarla. No se aferra a sentimientos o pasiones del momento y recuerda siempre sus principios y su orientación y estado de vida.
3. Una persona madura se comporta según la autonomía de la propia conciencia personal, es decir, según los dictámenes de una conciencia rectamente formada a la luz de la ley natural y de la fe en Dios. El hombre maduro es capaz de sacar de su interior juicios rectos sobre los acontecimientos y los hombres. Es el que no depende de los criterios de moda o las ideas llamativas que pululan a su alrededor, desde los grandes acontecimientos hasta las cosas normales y cotidianas.
4. Una persona madura vive en actitud de donación y de apertura, de servicio, de entrega a los demás. Rechaza todo tipo de egoísmo, de encerramiento en sí mismo, de particularismo y de individualismo. En este punto reside la verdadera madurez cristiana, ya que en ocasiones podemos encontrar personas con control, autonomía, que han hecho una opción en la vida aparentemente noble y viven de acuerdo a ella, pero todo centrados en sí mismos. En este caso no es una verdadera madurez cristiana. La principal señal de madurez cristiana es la capacidad de salir de nosotros mismos y ver por las necesidades de los demás.
Estos son algunos de los rasgos más destacados de lo que hemos llamado la personalidad madura, podemos decir en resumen que la persona madura es la que ha aceptado su vida, ha hecho una opción fundamental correcta y es fiel a la misma. Aquella que ha adquirido un control emotivo y no es esclava de sus sentimientos y pasiones, que viene en una actitud de apertura a los demás y sobre todo en una entrega desinteresada y servicial al prójimo.
Esta persona vive en paz y serenidad, firme en sus opciones, coherente con sus determinaciones. Para el cristiano maduro, el único fin en la vida es Dios, las demás cosas son sólo medios para alcanzar su fin.
Todo este catálogo de cualidades y virtudes no se presuponen. Para adquirirlas el hombre tiene que convencerse de la necesidad fundamental de trabajar. Pero trabajar de una manera eficaz, es decir, colaborando activamente con la gracia de Dios. Así se puede lograr y encarnar esta personalidad madura en la vida como podemos constatar en las vidas de los santos, que son, por ende, grandes hombre.
Donde hay un cristiano maduro, hay un hombre auténtico. La autenticidad de vida es el fruto de un cristiano convencido y maduro.
Ahora bien, éste trabajo de identificación con la opción por Dios y por la vida virtuosa necesita como plataforma y cimiento de construcción, la madurez humana.
Todos conocemos hombres y mujeres que tienen el deseo de vivir de acuerdo con lo que creen, de practicar las virtudes, de conseguir sus metas e inexplicablemente no lo logran a pesar de tener el deseo profundo de lograrlo. Lo que sucede es que falta la formación y madurez humana, faltan los cimientos sobre los cuales poder construir el gran edificio de la santidad y del logro de ser fiel a esa opción fundamental que se ha hecho.
Es un hecho que la gracia de Dios es lo que más perfecciona al hombre, pero la gracia no tiene sentido sin el hombre. Necesita un hombre maduro como tierra fecunda para que crezca la semilla. Sin esta base, todo se queda en buenos deseos y buena voluntad, pero nada más. ¡Cuántas personas conocemos que han llegado a fracasos morales, económicos, familiares, sabiendo buen lo que querían y debían hacer, pero sin haber puesto los medios necesarios para realizarlo! Todo esto se debe en gran parte a la falta de madurez humana.
Además de ser el cementerio de buenos proyectos, la falta de madurez es causa de inestabilidad y frustración en la vida, pues una persona que vive según las pasiones, según las impresiones del momento, no puede hacer una opción en la vida sin dejar de replanteársela, ponerla en duda, traicionarla, muchas veces, perdiendo así tiempo y energías en una serie de obras emprendidas y nunca terminadas.
¿Qué es la madurez humana?
La madurez humana consiste en la coherencia entre lo que se es y lo que se profesa, y que tiene su expresión externa más convincente en la fidelidad y responsabilidad en el cumplimiento de los compromisos y deberes contraídos con Dios, con la Iglesia y con los hombres. Para ello es necesario hacer un esfuerzo constante para lograr la capacidad de tomar prudentes decisiones y opciones definitivas, la estabilidad de espíritu, la integración serena de las fuerzas emotivas y de los sentimientos bajo el dominio de la razón y de la voluntad, de la fe y de la caridad, la actitud de apertura y donación constante a los demás, sin excepción de personas, y la rectitud en el modo de juzgar sobre las personas y sobre los acontecimientos de la vida.
La madurez no es una cualidad única, sino una virtud formada por muchos y variados aspectos. Es una gama de actitudes ante la vida.
El Vaticano II describe así estas cualidades: estabilidad de espíritu; capacidad para tomar decisiones prudentes; y rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres.
Ideas erróneas sobre la madurez humana
Estas son algunas ideas erróneas sobre la madurez que pueden tener nuestros alumnos y que es necesario que mediante nuestra labor se vayan clarificando.
Para algunos la madurez consiste en llegar a una edad en la que se puede hacer todo lo que se quiera, sin límite.
A veces sucede que, llegando a cierta edad, el joven es considerado automáticamente “maduro”, lo cual implica el derecho a consumir bebidas alcohólicas y frecuentar ciertos lugares reservados para personas “maduras”.
El error fundamental en estos casos, es una concepción unilateral de la madurez. Quienes así piensan se preocupan más de lo que se puede hacer que del por qué hacerlo. Ser maduro es mucho más que poder realizar ciertos actos considerados maduros. En realidad, lo importante es que el joven que llega a esta edad sepa no solamente lo que puede hacer, sino por qué y en función de qué puede hacerlo.
El uso de las cosas tiene que estar determinado por un fin que el mismo hombre pone, y no viceversa. El hombre no toma cualquier carretera por el mero hecho de tener un coche. Para saber qué carretera tomar, es preciso tener una idea de dónde quiere ir. Por eso, es necesario que el joven tenga claro un objetivo de lo que se pretende en la vida, lo cual determinará el uso de los medios que tiene.
Algunas cualidades de la madurez humana.
1. Una persona madura se nos presenta como alguien que ha adquirido la capacidad habitual de obrar libremente. Es decir, una persona que hace opciones conscientes y responsables, con estabilidad, sin tener que pasarse la vida replanteándose sus decisiones, sin adquirir una seguridad y una certeza sobre ellas. Esto no se trata de no cometer nunca errores o de no cambiar nunca de opinión, sino de tener claros algunos principios fundamentales en la vida.
2. Una persona madura ha logrado la adquisición de un dócil y habitual autocontrol emotivo con la integración de las fuerzas emotivas bajo el dominio de la razón. La persona madura no vive a merced de sentimentalismo, impulsos o tendencias, sino que vive de principios, de dominio personal, ce convicciones aunque a veces los sentimientos quieran dominarla. No se aferra a sentimientos o pasiones del momento y recuerda siempre sus principios y su orientación y estado de vida.
3. Una persona madura se comporta según la autonomía de la propia conciencia personal, es decir, según los dictámenes de una conciencia rectamente formada a la luz de la ley natural y de la fe en Dios. El hombre maduro es capaz de sacar de su interior juicios rectos sobre los acontecimientos y los hombres. Es el que no depende de los criterios de moda o las ideas llamativas que pululan a su alrededor, desde los grandes acontecimientos hasta las cosas normales y cotidianas.
4. Una persona madura vive en actitud de donación y de apertura, de servicio, de entrega a los demás. Rechaza todo tipo de egoísmo, de encerramiento en sí mismo, de particularismo y de individualismo. En este punto reside la verdadera madurez cristiana, ya que en ocasiones podemos encontrar personas con control, autonomía, que han hecho una opción en la vida aparentemente noble y viven de acuerdo a ella, pero todo centrados en sí mismos. En este caso no es una verdadera madurez cristiana. La principal señal de madurez cristiana es la capacidad de salir de nosotros mismos y ver por las necesidades de los demás.
Estos son algunos de los rasgos más destacados de lo que hemos llamado la personalidad madura, podemos decir en resumen que la persona madura es la que ha aceptado su vida, ha hecho una opción fundamental correcta y es fiel a la misma. Aquella que ha adquirido un control emotivo y no es esclava de sus sentimientos y pasiones, que viene en una actitud de apertura a los demás y sobre todo en una entrega desinteresada y servicial al prójimo.
Esta persona vive en paz y serenidad, firme en sus opciones, coherente con sus determinaciones. Para el cristiano maduro, el único fin en la vida es Dios, las demás cosas son sólo medios para alcanzar su fin.
Todo este catálogo de cualidades y virtudes no se presuponen. Para adquirirlas el hombre tiene que convencerse de la necesidad fundamental de trabajar. Pero trabajar de una manera eficaz, es decir, colaborando activamente con la gracia de Dios. Así se puede lograr y encarnar esta personalidad madura en la vida como podemos constatar en las vidas de los santos, que son, por ende, grandes hombre.
Donde hay un cristiano maduro, hay un hombre auténtico. La autenticidad de vida es el fruto de un cristiano convencido y maduro.
http://es.catholic.net/op/articulos/43144/que-es-la-madurez-humana
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