sábado, 4 de octubre de 2008

MARÍA DEL PILAR: PSICÓLOGA Y MADRE

Para mí querida amiga MAPI, quien reside en los EE.UU. desde hace más de 15 años.
Pilar, hace unos días te escribí un e-mail en el que te decía que estabais guapísimos tu hijo y tú; a la vez agradecía unas fotos actualizadas que me habías enviado. Son muchos los años que no nos vemos físicamente, pero que gracias a las nuevas tecnologías nos mantenemos en contactos junto con el cariño que nos tenemos y que también acorta las distancias en el tiempo. Por ello cada e-mail es siempre para mí un reencuentro y la oportunidad de confesaros el cariño que os tengo. Mi queridísima Pilar, las palabras que te dirijo son verdaderamente sentidas, llenas de aprecio y gratitud hacia tu persona.
La universidad me dio la oportunidad de conocer a diferentes personas muchas de ellas tan excepcionales como tú; también pude conocer ahí, a otras compañeros a quienes en silencio guardo un especial aprecio y respeto. Dicen, mi queridísima Pilar, que la juventud, es efímera en el tiempo y en el espacio, que de ella nos vienen muchas lecciones que nos dejan sorpresas. Pienso que la más aleccionadora para tus amigos y especialmente para mí, fue el que asumieses tu maternidad. No sólo eras la compañera de carrera universitaria bromista, coqueta, simpática, que siempre robabas una sonrisa a los demás; sino que además de pronto te convertiste en una valiente mujer que daba ejemplo de firmeza, fortaleza, sacrificio y esperanza en la vida; puede que como muchas otras mujeres que en todos los casos quedan en el anonimato. No pretendo revelar tu intimidad, pero en este sentido, tampoco quiero que quedes en el anonimato. Eres una gran madre, que has sabido aplicar los conocimientos adquiridos en la carrera universitaria y aplicar la educación de tus padres, para educar al fruto de tu amor; también para haber hecho de él una gran persona, un hijo excepcional, maravilloso, educado, estudioso, noble, feliz; hijo del cual tienes para enorgullecerte. Nos distes a muchos una gran lección y ahora tienes tu recompensa. Pilar tienes la suerte de gozar de la verdadera compañía; la más esperada, la más ansiada que una mujer y madre puede aspirar a tener; la que no te dejará jamás sola, la que siempre estará a tu lado; consolándote, animándote, incluso hasta mimándote en tus estados de melancolía, como es tu amado y adorado hijo llamado Walter. De él recibes la ternura más sincera, la más añorada, la más ansiada.
Isabel Gómez

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