sábado, 1 de noviembre de 2008

LA GENÉTICA, NO DETERMINA CÓMO SE HA DE SENTIR LA PERSONA


Dicen que la vida hay que tomársela con filosofía o con humor.
Yo he optado por más, ya que no sólo existe la adversidad ante la vida, sino también la felicidad en la vida. Por lo tanto, la vida me la tomo con: filosofía, humor, respeto, milagro, admiración…
A qué viene esta meditación; viene a colación de lo que algún día, me dijese un dentista francés con muy buena voluntad, mientras me atendía: “¡Ah!...tú sí que estás mal hecha”.
Se refería a mi boca, sobre todo a lo que él entendía como la parte más importante de todo nuestro soporte óseo, que vienen a ser los puntos de articulación máxilo-faciales.
En ese momento no pude identificar lo que sentí ante tal expresión, considerando más aún, la gratitud y respeto que su persona, trabajo y profesión me merecían.
Casi diez años después, puedo identificar bien la emoción que en ese momento sentí: ¡alegría!
No he perdido la cabeza, ¡no! siento alegría, porque, verdaderamente esta malformación genética me acarrea muchos problemas de salud y por ende mucho dolor.
Todo el dolor que experimento, en muchos casos es demasiado intenso y crónico, este dolor ha hecho que con el paso de los años, aprenda a vivir la vida con mucha dignidad.
También ha hecho que viva la vida con autoridad, ya que sólo entienden del dolor quienes lo padecen en cual quiera sea sus manifestaciones.
Por ello quiero concluir, no toda nuestra vida depende de la genética.
Mucho de nuestra vida depende de nosotros mismos, de cómo decidamos vivirla, de cómo decidamos mirarla; pero al fin y al cabo somos los únicos que podemos vivirla.
Nadie puede y ni debe vivir la vida por otro, ni dejar que la vivan por nosotros.
El dolor dignifica a la persona, la genética también se puede mutar si la persona no se rinde a ella.
Isabel Gómez
Foto: Una Mariquita, del parque de Collserolla, en San Pere Mártir
Autora: Isabel Gómez Castillo

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