Cuando nuestra vida parece hacerse cuesta arriba, en medio de caminos áridos e infranqueables; en donde el calor extenuante parece habernos arrebatado el aliento y con él la visión; cuando el entorno parece ser un espejismo. Llegados a la cúspide de una meta en el camino de la vida, todo toma un matiz diferente. Es ahí, cuando volviendo la vista atrás, podemos darnos cuenta de todo aquello que hubiésemos podido ver, sentir y disfrutar, si nuestro paso hubiese sido reposado, sosegado. Es entonces, cuando podríamos tomar consciencia de toda la compañía que nos rodeaba en el camino: la naturaleza (siempre viva y a veces fugaz).
Como en algunos momentos, la vuelta atrás es un camino sin retorno, sin embargo, siempre queda la esperanza de que, una vez alcanzada una cumbre, el paisaje se pueda observar, contemplar y percibir la sensación de descanso a la vez de la alegría por el objetivo logrado, el que en sí, ya será un triunfo.
Desde lo más alto, la visión cambia. Si uno se deja llevar por la energía y emocionalidad renovada, se puede disfrutar de la armonía del paisaje con la invitación del mismo para volverlo a contemplar: esta vez, con otra mirada y otra actitud. Estas segundas oportunidades, sí son de las que reconfortan, sólo hay que saber aprovecharlas, más aún, si el camino que continúa es de vuelta y de bajada.
Estos caminos, son los que nos dejan serenidad, aportan seguridad, confianza; nos replantean la vida, movilizando incluso nuestros valores, emociones y porque no decirlo, hasta nuestros razonamientos. Estos caminos nos recuerdan que nuestro ser es dinámico, abierto a nuevas experiencias y por lo tanto flexible, recordándonos que siempre en el camino llamado VIDA, siempre podemos encontrar nuevas opciones, si nos queremos dar la oportunidad de realizar una pausa para contemplar lo que nos rodea.
Isabel Gómez.
Foto 1: Nuevo Jardín Botánico de Barcelona.
Foto 2: Un mirador de la Montaña de Collserolla.
Autora: Isabel Gómez Castillo
2 comentarios:
Que bonito texto, Isabel. Me tomo buena nota para ir reposada por la vida, mirando cuanto me rodea para disfrutarlo y ver las distintas opciones que me ofrece el camino.
Gracias por la reflexión.
En la contemplación de las pequeñas -y maravillosas- cosas que nos rodea podemos apreciar la armonía, la belleza, la esencialidad de la vida.
Un abrazo de verano,
martha
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