Los Magos de Oriente, quienes fueron a adorar a Dios
hecho hombre, lo hicieron como acto de fe inspirado por su ya existente Divino
Santo Espíritu, para dejar constancia,
(una vez más), de su manifestación en personas
invitadas a vivir su SILENCIO, y en
silencio, para dar pié a una certera
oración, que es lo único que permite
comprender y atender a su Voluntad.
Sólo desde este
silencio, los Magos de Oriente, nos dejan una bella lección de cómo una vez más el Milagro de llegar a Dios mismo, es posible, si el corazón se conserva puro, se
vuelve a la inocencia con la experiencia de vida con una mente sencilla.
Dios Padre, quién
elige a quienes y en qué momento manifestarse, nos brinda una excepcional
oportunidad de acercarnos a él a través
de esta intensa y profunda
manifestación de fe. Sólo el hombre, en
lo íntimo de su ser, elige si atender o no a la invitación de esta hermosa
llamada.
Con la ilusión con la que aprendí a vivir desde
mi avanzada juventud esta fiesta de
manifestación de fe, de esperanza, de amor,
de oración y que me da la oportunidad de revivir en mí, la gratitud a
mi Amado Padre Celestial y a la Institución por la que llegué amar y conocer el
misterio de esta festividad, invito a
que se unan a esta celebración en donde aún, podemos orar juntos por una mundo
mejor.
Esta es una
ocasión para elevar mis súplicas al Padre, a través de nuestros amados Reyes Magos de Oriente (y Reyes, porque adoraron
al verdadero REY), para que sane corazones
dolidos, endurecidos, por las experiencias de vida tenidas, aprendiendo a vivir
con esperanza, en silencio y gratitud por cada experiencia otorgada.
Mientras que, para aquellos que ya son
de corazones santos, preserven en ellos ante toda adversidad su fe, su
testimonio de fe, su vocación santa, y que
con la manifestación de su Ser, se de la conversión verdadera de aquellos
que se enriquecen con el gozo de su presencia y relación.
Hoy, víspera de la
bajada de los Reyes Magos de Oriente, renuevo mi fe e invito a compartir esta hermosa festividad de
verdadera adoración a Dios hecho Hombre, desde el verdadero silencio de
amor y sabio, que con tino, nos conducirá a la auténtica misión
que cada uno podrá realizar en este mundo, teniendo la oportunidad de una auténtica
experiencia de paz interior.
María Isabel Gómez
Castillo
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