A mi lecho de agonía,
llegaste fragancia de
primavera,
trayendo suaves brisas con
aromas de algodón.
Inhalaste caídas carnes,
debilitadas por el desaliento
y la aflicción.
Mientras, misterioso garbeabas
deambulando en mi transitar.
Inconsciente y silencioso
sostenías el
tiempo
ante el que,
osado, ¡lo detuviste con tu
vigilar!.
Con ardor parezco renacer
a la remembranza del
bienestar.
Y ahora, en mi extraño
expirar
abatido pero fluido,
refresco mi aliento
en el néctar de tu azafrán.
María Isabel Gómez Castillo
Fotografía de María Isabel Gómez Castillo
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