Si
bien es cierto que la paciencia es una de las virtudes más bellas que pueda
existir en el ser humano, para experimentarla y vivirla se requiere del silencio.
Cuando
escucho y siento la palabra paciencia lo primero que se me viene a la mente es
la acción de contemplación, de observación hacia los otros para deleitarme en
su ser y quehacer continuo.
Si
hay algo que se requiera en el ejercicio de la carrera de psicología, es mucha
paciencia. Es actitud, una cualidad, una virtud y una condición para el ejercicio de la carrera y, ha de vivirse en plenitud, ya que, es un regalo el contar con ella, aunque a veces, parezca volverse efímera ante situaciones que generan conflicto por lo frustantes que puedan ser, ya que, para de ella, es asumir que, uno hará y que, las otras partes, pueden deshacer.
Desde
mi quehacer profesional diario, la paciencia es un acto de inspiración continua
a la compasión, a la búsqueda de alternativas para entrenar a personas en el autoperdón y perdón, y despedida despedida de la amargura que limita la vida.
Observo,
una y otra vez las esfuerzo que las personas pone cada fase de de su desarrollo o crecimiento personal, para poder así, alcanzar nuevas metas en su vida.
He
de señalar que desde mi estado de psicóloga, redirijo a las personas con lo que, el Ser de cada una de ellas trae consigo.
El
experimentar la paciencia en mi ejercicio profesional, requiere pausas, respeto de los tiempos de cada persona.
Con
alegría he de transmitir que, desde el ejercicio de mi profesión como psicóloga,
la paciencia me lleva a deleitarme en la transformación de todo un ser en su estado integral.
Con
paciencia, podemos llegar a ser nosotros mismos y que cada uno se reencuentre para
sí y para los demás.
María
Isabel Gómez Castillo
Fotografía, de María Isabel Gómez Castillo