Entre lecho y lecho
te saboree,
como a roble intenso y moras silvestre.
Dejaste en mi piel
el sello añejo y cobrizo
de tu destreza.
Como entre pétalos de rosas me tuviste
y,
como rocío al clavel,
en fugaz amanecer me dejaste.
Sin que pudiese resistirte
como el hierro al fuego atravesaste,
con el te quiero de lo vivido.
Decidiste ser aire de torrencial
nevada,
quedando suspendido en mi ser.
Ahora,
sin verano llega el otoño
que trae consigo en ajeno llanto
grisáceo,
lo que esperanza fue
lo que esperanza fue
y el recuerdo que los sentidos preservó.
Sin ti,
quedan los perfumes que mi ser
atrapó
entre vientos furtivos.
Hoy,
retoñas a la vida
entre linajes de fresca albahaca,
como canela y miel,
para que renazcas,
mi cauce huido.
María Isabel Gómez Castillo
Fotografía de María Isabel
Gómez Castillo
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