Me visitaste casi desnudo,
y en tu mirada,
una lágrima
como congelada en el tiempo.
¡En tu clara piel llevabas el
parto!.
En trino agudo me torné,
rota entre laberintos rojos
con caminos extintos por los que seguir.
Ausentes techo en donde reposar,
lánguidas voces exhalaron
antiguos alientos
de vientres plenos.
Los vientos trajeron escaseces frondosas,
como los de otoños.
Sus vidas hicieron caer
como pétalos y hojas sin retorno,
partiendo hacia inviernos por los que
recorrer.
Me visitaste agitado
y exhausto,
en noche de verano bajo luna nueva,
mientras Sirio,
alumbraba nuestra despedida
tras extenuante espera.
María Puccio
Fotografía de María Puccio
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