Cae la noche
penumbrosa
y con ella, el
hastío.
Cae el alma
fatigada,
por horas de asfixia en prisiones
en las que se
hallaba secuestrada.
Como de tumbas encriptadas,
que sus fétidos tufos
dejan escapar,
revuelven la fragancia del ayer.
Infame, así caes.
Despiertan durmientes
praderas
con sus nogales
reposados,
y rompen en llanto
para liberar la congoja de la traición.
para liberar la congoja de la traición.
Sombra de hiel y
hiedra ahora eres.
Con premura se espera
llegue la media
mañana
para que, como eclipse
de luna permanezca
cual perfil no
habido.
No hay adiós, sólo
la libertad de degeneradas
ironías.
María Puccio
Fotografía de María Puccio
Fotografía de María Puccio
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