miércoles, 31 de marzo de 2010

INVASIÓN CEMENTERA EN LAS COSTAS MEDITERRANEAS: VISTAS DESDE LA PLAYA DE LA BARCELONETA

Definitivamente, todo tiene un precio.
Cuándo el ser humano se ha de decidir por sobrevivir, por instinto de supervivencia, debería cuidar y proteger lo que le aporte un bienestar seguro, natural y estable dentro de los ciclos vitales que cumple la naturaleza en general.
Sin embargo, este supuesto, parece haber desaparecido ante la arrogancia más instintiva del hombre, para presumir de lo que él por sí mismo, es incapaz de otorgarse.
El precio en este caso, están siendo las costas mediterráneas, entre muchas otras costas del mundo, a cambio de suplir su fragilidad, llevado por su soberbia de la opulencia y del querer presumir de lo que no es negándose a sí mismo.
Independientemente de toda la trama financiera que hay detrás de las construcciones que atropellan ecosistemas naturales; los beneficios propios de las actividades corruptas que con el paso del tiempo se van destapando tras los intereses económicos de unos pocos; se construyen cada año, vistas que se ofrecen desde espigones, que invaden un mar abierto y calmado, para mantener playas falsas, con arenas traídas de otras playas de la misma Costa Mediterránea, así como, edificios que parecen imponentes por su arquitectura innovadora, que en el fondo no son más que objetivos de la mar que, cuando reclama lo que le corresponde, suele llegar hasta dónde es su espacio en origen, a lo que después el mismo hombre, le llama: “catástrofes naturales”.
Paseando por uno de los espigones que se han levantado frente a la playa de la Barceloneta, contemplaba una conocida y promocionada construcción que mira de dejar atrás arquitecturas propias de la ciudad construidas en tierratierra firme, para alejar a unos pocos de algunos rincones que se asemejan suburbios dentro una multiracial metrópoli, como es la ciudad Barcelona.
Con este tipo de construcciones, incosciente se llama al olivido de encantadores parajes históricos, que sólo benefician a grandes inversores, provocando así la competencia desleal con las modestas construcciones que sí se encuentran ancladas en tierra firme.  
Con vistas glamurosas como ésta, se procede a una  mayor contaminación del mar, tanto por los barcos que quedan anclados a piel las construcciones artificiales levantadas dentro del mar y un mayor tráfico circulatorio de transporte particular.  
Las supuestas vistas naturales “vistas naturales” que aportan este construcciones son el precio de la inhumana violación de la defensa de  reservas naturales contaminando los ecosistemas respectivos.
Con un análisis más afondo de los consumidores de este tipo de residencia "turística", no suelen ser nadie en tierra firme, por lo que necesitan compersar esa sensación de fracaso personal con grandes construcciones que cumplen todo tipo de atopellos, como los que puede cometan ellos/as en su día a día.  
Este tipo de invasión al medio ambiente, sólo responde a la búsqueda de refugio de seres que han dejado de pensar, de sentir, carentes de valores, o que cuyos valores se muestran en el huir de los demás.
Es penoso, ver imágenes como éstas, pese a la aparente belleza que conllevan. ¡El mar es de todos, conservarlo es nuestra responsabilidad!
Isabel Gómez
Fotos:  desde uno de los espigones de la playa de la Barceloneta, en Barcelona.
Aurtora: Isabel Gómez

2 comentarios:

Martha Cecilia Cedeño-Pérez dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con lo que expones, Isa. La especulación inmobiliaria hace y ha hecho mucho daño a este país.
besos,
martha

Un chico de Lima dijo...

un post super crítico e incisivo!