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http://www.youtube.com/watch?v=ahL4vaFjQWE&feature=c4-overview&list=UUk8XdG7ob02T-JJDHfSt5Tw
El amanecer de verano tormentoso que se dio el pasado 24 de Febrero del 2014 en el Poblado Rural de Picapiedra situado en el distrito de Pachacámac, Lima, que se deja acariciar por la banda derecha del río Lurín camino a su desembocadura hacia el Océano Pacífico, fue todo un regalo para los sentidos.
El olor a tierra, a plantas variadas, dejaban aromas indescriptibles a su paso.
Los sonidos que se generaban de los cánticos de las variadas aves que a las 06 de de la mañana que aún jilgeban o silban, cantando al compas del soplo suave del viento húmedo y pesado, con el sonido de fondo del río (que en el vídeo no se percibe, así como el llanto de los cerdos próximos a un matadero elegidos para servir de alimento al hombre), eran una caricia al oído.
El sonido natural, e que relaja, el que deja y se deja percibir en su fondo para tocar lo más hondo del alma de la persona no tiene precio. Es indescriptible, salvo sea uno mismo quién lo experimente, lo viva o sobre todo, lo interiorice.
Entre el verdor de los campos de cultivos, las acequias aún torrentosas, mientras otras se sentían silenciadas, armonizaban el paisaje con bellas aves, entre Picaflores de colores, pájaros de especies variadas, con un amanecer casi grisáceo.
Lo único que interrumpía aquella orquesta natural de voces y cantos, de pintorescos colores, eran mis pasos que pisaban casi a ciegas un camino poco conocido sintiéndose todo mi ser atraído por el conjunto de maravillas naturales que me envolvían.
Sólo he podido registrar unos minutos de tan hermoso despertar, el que comparto con vosotros.
María Isabel Gómez Castillo
http://www.youtube.com/watch?v=ahL4vaFjQWE&feature=c4-overview&list=UUk8XdG7ob02T-JJDHfSt5Tw
El amanecer de verano tormentoso que se dio el pasado 24 de Febrero del 2014 en el Poblado Rural de Picapiedra situado en el distrito de Pachacámac, Lima, que se deja acariciar por la banda derecha del río Lurín camino a su desembocadura hacia el Océano Pacífico, fue todo un regalo para los sentidos.
El olor a tierra, a plantas variadas, dejaban aromas indescriptibles a su paso.
Los sonidos que se generaban de los cánticos de las variadas aves que a las 06 de de la mañana que aún jilgeban o silban, cantando al compas del soplo suave del viento húmedo y pesado, con el sonido de fondo del río (que en el vídeo no se percibe, así como el llanto de los cerdos próximos a un matadero elegidos para servir de alimento al hombre), eran una caricia al oído.
El sonido natural, e que relaja, el que deja y se deja percibir en su fondo para tocar lo más hondo del alma de la persona no tiene precio. Es indescriptible, salvo sea uno mismo quién lo experimente, lo viva o sobre todo, lo interiorice.
Entre el verdor de los campos de cultivos, las acequias aún torrentosas, mientras otras se sentían silenciadas, armonizaban el paisaje con bellas aves, entre Picaflores de colores, pájaros de especies variadas, con un amanecer casi grisáceo.
Lo único que interrumpía aquella orquesta natural de voces y cantos, de pintorescos colores, eran mis pasos que pisaban casi a ciegas un camino poco conocido sintiéndose todo mi ser atraído por el conjunto de maravillas naturales que me envolvían.
Sólo he podido registrar unos minutos de tan hermoso despertar, el que comparto con vosotros.
María Isabel Gómez Castillo
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