
En medio, una fuente, delante de ella la terraza de un restaurante con muchos turistas. En la esquina, un zapato gigante, señal que ahí se sitúa el museo del Zapato, y al lado, una callejuela estrecha que parecía un viejo y tétrico callejón sin salida.

Con el paso del tiempo, me enteré del valor histórico de este recoveco de la bella y curiosa ciudad de Barcelona antigua, en dónde durante la edad media yacía en este terreno un cementerio.
Lo que más me llamó la atención fueron las paredes de dos laterales de la plaza, parecían ser de buen cimiento; aunque agujereadas o golpeadas, lúgubres…, dejaba en evidencia de que ahí había acontecido algún hecho siniestramente inolvidable, vestigios que la memoria histórica ha de recordar para que evitar se repitan los mismos acontecimientos.

Lo que más me llamó la atención fueron las paredes de dos laterales de la plaza, parecían ser de buen cimiento; aunque agujereadas o golpeadas, lúgubres…, dejaba en evidencia de que ahí había acontecido algún hecho siniestramente inolvidable, vestigios que la memoria histórica ha de recordar para que evitar se repitan los mismos acontecimientos.



En esta plaza, el 30 de enero de 1938, tras uno de los 385 ataques aéreos que asolaron la ciudad, murieron 42 civiles, siendo muchos de ellos niños, que acudían al refugio antiaéreo situado en uno de los laterales de la Iglesia de la plaza.


Mi recuero especial a las víctimas de lo inefable, de lo indigno; víctimas de la arrogancia, vanidad y prepotencia del hombre mismo. Para que tengamos siempre presente que las vidas ya forjadas también merecen la oportunidad de continuidad, porque la inconsciencia de creer tener la verdad haciendo abuso de la autoridad y del poder no merecen precios tan altos como la tortura, el exilio, o la pérdida de ninguna sola vida.
Isabel Gómez
Fotos: Todas de la Plaza San Felip de Neri.
Autora: Isabel Gómez Castillo
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