Uno de mis rincones preferidos en Lima, siempre fue La Punta, situada en la Provincia Constitucional de
Callao, justo al norte del distrito en donde me crié (San Miguel). Este es para mí un rincón de gratos recuerdos.
A la vez, es un espacio desde donde me tocó resolver sobre marcha
diversas situaciones vinculadas a temas de
estudio, personales así como el enfrentar una y otra vez uno de mis más
grandes temores: el nadar en mar abierto o sencillamente, el nadar.
Este último reto era excitante. Me colmaba de sentimientos encontrados que
iban desde el temor intenso hasta la necesidad de vencer y ganar. Metafóricamente hablando, esta playa, para mí
representa mi rincón de continua supervivencia, de vencer un reto tras otro
para salir airosa tras cada desafío que yo misma elegía ante mi impaciente
deseo de aprender. Se convertía en duro adversario, cuando consideraba que habían otros ya tenía
controlados e incluso, vencidos. Era una etapa de mi vida en donde mi ímpetu era soberbio. Buena parte de mi vida
se iba dirigida a una intensa e interesante necesidad de ganar. Ahora comprendo
por qué. Era insegura. Me estaba desarrollando y con ella se estaba fortaleciendo
mi autoestima.
Ahora, todo es distinto.
Ahora, tras tener mayor capacidad de autocontrol de aprender a medir los
desafíos de la naturaleza (incluso de la humana), así como de haber encontrado
en mí herramientas de sobrevivencia y contar con más técnicas de resolución de
situaciones diversas, tras estar aprendiendo a vivir la vida con sentido, con
alegría, con una mirada suave, amplia e intensa a la vez, este rincón se constituye en mi espacio de
reencuentro con mi nuevo yo, con mi nuevo ser. Ahora me ejercito en la
prudencia, en la paciencia, en la
mirada, en la crítica constructiva, en el saber hacer para saber vivir para así
con la Gracias de quienes creemos en que tenemos un Ángel de la Guarda, pueda
salir airosa de diversas tempestades que
como en cualquier Océano se suceden, se dan en la vida real.
Por ello, este reencuentro con una de mis playas
preferidas de Lima como lo es La Punta, también es motivo de agradecimiento por la
nueva mirada con la que me puedo observar, por la que puedo contemplar naturaleza
en su total belleza y esplendor. Éste se
constituye en un espacio de gratitud a todos aquellos que a lo largo de este
camino de ausencia física en un lado del mundo y existencia autocontrolada en
otro rincón del mismo hacen posible que tenga esta exquisita experiencia. Una
vez más, es momento de dar gracias a quienes me han tendido en diversas
ocasiones una mano por el motivo que fuese para que llegase a conseguir mis
sueños metas o deseos. Es el momento de
unir la belleza que se puede contemplar desde el exterior del
SER hacia su adentro, con la
belleza que el SER posee en sí mismo y
que es capaz de experimentarla tras
el estado éxtasis al que es capaz de llegar como fruto de tan
profunda contemplación.
Esta parte final, e mi auténtico compartir. ¡GRACIAS!
María Isabel Gómez Castillo
Fotografías de María Isabel Gómez Castillo