Mi madre no sólo se esforzó y
sacrificó para darme la vida, sino que, la naturaleza y sobre todo Dios, decidieron
que ese día fuese en un día como hoy para
arraigar en mí rasgos y caracteres dignos y acordes al día en
el que hoy con orgullo y a mucha honra en mi bello Perú se conmemora. Estoy segura que este día no fue de casualidad,
ya que como hija de buena piurana
educada bajo tradiciones norteñas, seguro que con el paso del tiempo, tomará el
sentido especial que este día ha de tener aún más en mi vida y para mí.
Mi madre, quiso lo mejor para mí
a diferentes niveles.
Uno de los lugares en donde
consideró sería el mejor lugar para ser educada y formada en concordancia a mí
fecha de nacimiento, a los orígenes de
la familia y por ser en ese entonces uno
de los mejores y más prestigiosos colegios
de mujeres que en Lima existía matricularme en el aquel entonces denominado Gran
Unidad Escolar Miguel Grau.
Qué mejor colegio para un ser como yo quien nació en el día en que a
nivel nacional se le rinde homenaje a uno de sus personajes y héroes más humanos, valientes y consecuentes
para con sus propios principios y valores para los que fue educado y formado
hasta el punto de poder dar su vida por su patria.
Será por ello que, al confluir en
mí tantos factores en un día como hoy soy un tanto guerrera (muy a pesar mío y
de quienes de verdad me quieren), a la vez de afortunada, porque en aquel
ímpetu por vivir, siempre encuentro en mi camino a quienes también saben con
delicadeza, buen tacto, cariño y generosidad, guiar este ansioso temperamento
que ya latía en mí desde mi concepción.
Para mí, hoy, sigue siendo un día pleno de signos. También
es un día para dar gracias. Las doy porque vuelvo a estar en mi tierra y desde
aquí reencontrarme con el mundo, conmigo misma pero en especial, con mi
Creador, con mi amadísimo Padre Celestial quién desde mi concepción cuidó de mí
con mimo y cariño poniendo todos los medios para que en este momento esté en el
punto en el que estoy: creciendo, aprendiendo, desarrollándome, sólo que esta
vez con menos soberbia, acudiendo a amigos, dejándome guiar y tocar por ellos
de su experiencia pese a todos mis defectos así como en pro de mis virtudes.
Hoy para mí, es un día en el que
puedo decir “hoy es un gran día y mañana también” o en el que puedo decir “gracias
a la vida, que me ha dado tanto”, sin embargo, es un día en el que decido
decir:
¡Señor,
escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas! Salmo 130,
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María Isabel Gómez Castillo.
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