martes, 8 de octubre de 2013

UN 08 DE OCTUBRE


Mi madre no sólo se esforzó y sacrificó para darme la vida, sino que, la naturaleza y sobre todo Dios, decidieron  que ese día fuese en un día como hoy para arraigar en  mí  rasgos y caracteres dignos y acordes al día en el que hoy con orgullo y a mucha honra en mi bello Perú se conmemora.  Estoy segura que este día no fue de casualidad,  ya que como hija de buena piurana educada bajo tradiciones norteñas,  seguro que con el paso del tiempo, tomará el sentido especial que este día ha de tener aún más en mi vida y para mí.

Mi madre, quiso lo mejor para mí a diferentes niveles.

Uno de los lugares en donde consideró sería el mejor lugar para ser educada y formada en concordancia a mí fecha  de nacimiento, a los orígenes de la familia y por ser  en ese entonces uno de  los mejores y más prestigiosos colegios de mujeres que en Lima existía matricularme en el aquel entonces denominado Gran Unidad Escolar Miguel Grau.

Qué mejor colegio para  un ser como yo quien nació en el día en que a nivel nacional se le rinde homenaje a uno de sus personajes  y héroes más humanos, valientes y consecuentes para con sus propios principios y valores para los que fue educado y formado hasta el punto de poder dar su vida por su patria.  

Será por ello que, al confluir en mí tantos factores en un día como hoy soy un tanto guerrera (muy a pesar mío y de quienes de verdad me quieren), a la vez de afortunada, porque en aquel ímpetu por vivir, siempre encuentro en mi camino a quienes también saben con delicadeza, buen tacto, cariño y generosidad, guiar este ansioso temperamento que ya latía en mí desde mi concepción.

Para mí,  hoy, sigue siendo un día pleno de signos. También es un día para dar gracias. Las doy porque vuelvo a estar en mi tierra y desde aquí reencontrarme con el mundo, conmigo misma pero en especial, con mi Creador, con mi amadísimo Padre Celestial quién desde mi concepción cuidó de mí con mimo y cariño poniendo todos los medios para que en este momento esté en el punto en el que estoy: creciendo, aprendiendo, desarrollándome, sólo que esta vez con menos soberbia, acudiendo a amigos, dejándome guiar y tocar por ellos de su experiencia pese a todos mis defectos así como en pro de mis virtudes.

Hoy para mí, es un día en el que puedo decir “hoy es un gran día y mañana también” o en el que puedo decir “gracias a la vida, que me ha dado tanto”, sin embargo, es un día en el que decido decir: 
¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas! Salmo  130, 2

María Isabel Gómez Castillo. 

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