lunes, 23 de febrero de 2015

RELACIONES POR LA RED: NUEVOS ESTILOS DE DEPENDENCIA

En estas sociedades en crisis, en donde el ser humano cada vez busca tener experiencias diversas y nuevas, se va sumergiendo en trampas psicológicas que devienen en dependencias.

Una de ellas y que está vigentemente activa, es la búsqueda de pareja por internet.

No es algo novedoso,  lo novedoso es que, cada vez los sujetos que acceden a este tipo de interacción virtual lejos de las relaciones sociales tradicionales, caen en un círculo vicioso contra natura  que limita o incluso puede llevar a atrofiar  sentidos que, en las relaciones naturales son enriquecedoras en una relación de pareja.
Qué es lo que estoy  observando.

En realidad estos medios, tipo chat, skiper, páginas de búsqueda de  pareja, entre otras, se han convertido en burdeles virtuales baratos en donde gente desadaptada socialmente, con rasgos patológicos de personalidad dan rienda  suelta a instintos sexuales que, si fuesen en una relación natural, es muy probable  que no serían consentidas.

Puedo calificar este tipo de ejercicio como un nuevo estilo de prostitución barata por ambas partes, en donde aparentemente ambas conservan su anonimato hasta  que las circunstancias inviten a procurar una intensión de búsqueda  real, la que casi no llega porque buena  parte de estos usuarios (sean hombres o mujeres), sólo buscan placer, más  no un compromiso. 

El ejercicio de este tipo de relaciones, degenera en una adicción.

Lo que pocos aceptan, es que, a la larga, este estilo de  relacionarse encubre parte de patologías individuales o particularidades emocionales que requieren ser trabajadas por profesionales especializados en lo que se denomina áreas de la salud mental.

Este tipo de juego psicológico llevado a través del ámbito virtual,  son indicadores de carencias afectivas, de baja autoestima, de dificultades en las interacciones sociales. Revelan  frustraciones en diversos aspectos (físicos, emocionales), que  la persona necesita afrontar para cubrir aquellos vacíos afectivos que le quedan de gestionar  las relaciones sociales naturales.

A la larga, permiten atrofia muscular de los órganos que sí son verdaderamente necesarios para llevar una vida plena a nivel sexual.
Lo más peligroso, es que,  a través de la red, las pruebas que se solicitan los exploradores de estos servicios son en realidad, actos vejatorios para la dignidad e integridad física, psicológica y  moral de la persona; actos que después se van a solicitar de manera presencial, sin que nadie les garantice un grado de satisfacción sexual ya que están ejecutados por la única  acción del placer más no por la que invita la del amor, que en sí lleva al cuidado comprometido de la otra persona.

Esta situación se puede ver  agravada cuando, personas que ya tienen una patología latente a nivel psicológica o de personalidad, pueden incurrir en acciones que expongan  la vida de otro  ser humano al  no encontrar la satisfacción que aparentemente encuentra vía red virtual, in situ.

En conclusión, este tipo de práctica expone potencialmente a cualquier  individuo a desarrollar patologías alternativas a la adicción al sexo virtual que pueda costarle  la integridad física o psicológica a un ser que pueda desconocer el origen de las fantasías sexuales de un individuo; y lo más grave, es que está dando al deterioro de la dignidad de la persona tras convertirse en un ser promiscuo sin ser consciente de ello.

Indico, que  el sexo sin amor, es vacío, es sólo placer y reduce al ser humano a sus instintos más bajos como  son los propios de un animal.

Es aquí, en donde el ser humano, la persona, ha de saber reconocerse y aprender que la abstinencia, no es sólo de personas célibes, sino de personas que se aman a sí mismas, se respetan y que aman.

Sólo ésta sigue siendo la forma de la práctica del sexo seguro: con amor y por defecto, será con fidelidad.

Las redes virtuales, entrenan al ser humano en todo lo contrario.

Cada uno que elija su camino bajo las consecuencias a la que su elección le puede llevar.


María  Isabel Gómez Castillo 


Fotografía de María Isabel  Gómez Castillo

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