En
estas sociedades en crisis, en donde el ser humano cada vez busca tener
experiencias diversas y nuevas, se va sumergiendo en trampas psicológicas que
devienen en dependencias.
Una
de ellas y que está vigentemente activa, es la búsqueda de pareja por internet.
No
es algo novedoso, lo novedoso es que,
cada vez los sujetos que acceden a este tipo de interacción virtual lejos de
las relaciones sociales tradicionales, caen en un círculo vicioso contra natura que limita o incluso puede llevar a
atrofiar sentidos que, en las relaciones
naturales son enriquecedoras en una relación de pareja.
Qué
es lo que estoy observando.
En
realidad estos medios, tipo chat, skiper, páginas de búsqueda de pareja, entre otras, se han convertido en
burdeles virtuales baratos en donde gente desadaptada socialmente, con rasgos
patológicos de personalidad dan rienda
suelta a instintos sexuales que, si fuesen en una relación natural, es
muy probable que no serían consentidas.
Puedo
calificar este tipo de ejercicio como un nuevo estilo de prostitución barata
por ambas partes, en donde aparentemente ambas conservan su anonimato
hasta que las circunstancias inviten a
procurar una intensión de búsqueda real,
la que casi no llega porque buena parte
de estos usuarios (sean hombres o mujeres), sólo buscan placer, más no un compromiso.
El
ejercicio de este tipo de relaciones, degenera en una adicción.
Lo
que pocos aceptan, es que, a la larga, este estilo de relacionarse encubre parte de patologías
individuales o particularidades emocionales que requieren ser trabajadas por
profesionales especializados en lo que se denomina áreas de la salud mental.
Este
tipo de juego psicológico llevado a través del ámbito virtual, son indicadores de carencias afectivas, de
baja autoestima, de dificultades en las interacciones sociales. Revelan frustraciones en diversos aspectos (físicos,
emocionales), que la persona necesita
afrontar para cubrir aquellos vacíos afectivos que le quedan de gestionar las relaciones sociales naturales.
A
la larga, permiten atrofia muscular de los órganos que sí son verdaderamente
necesarios para llevar una vida plena a nivel sexual.
Lo
más peligroso, es que, a través de la
red, las pruebas que se solicitan los exploradores de estos servicios son en
realidad, actos vejatorios para la dignidad e integridad física, psicológica y moral de la persona; actos que después se van
a solicitar de manera presencial, sin que nadie les garantice un grado de
satisfacción sexual ya que están ejecutados por la única acción del placer más no por la que invita la
del amor, que en sí lleva al cuidado comprometido de la otra persona.
Esta
situación se puede ver agravada cuando,
personas que ya tienen una patología latente a nivel psicológica o de
personalidad, pueden incurrir en acciones que expongan la vida de otro ser humano al
no encontrar la satisfacción que aparentemente encuentra vía red
virtual, in situ.
En
conclusión, este tipo de práctica expone potencialmente a cualquier individuo a desarrollar patologías
alternativas a la adicción al sexo virtual que pueda costarle la integridad física o psicológica a un ser
que pueda desconocer el origen de las fantasías sexuales de un individuo; y lo
más grave, es que está dando al deterioro de la dignidad de la persona tras
convertirse en un ser promiscuo sin ser consciente de ello.
Indico,
que el sexo sin amor, es vacío, es sólo
placer y reduce al ser humano a sus instintos más bajos como son los propios de un animal.
Es
aquí, en donde el ser humano, la persona, ha de saber reconocerse y aprender
que la abstinencia, no es sólo de personas célibes, sino de personas que se
aman a sí mismas, se respetan y que aman.
Sólo
ésta sigue siendo la forma de la práctica del sexo seguro: con amor y por
defecto, será con fidelidad.
Las
redes virtuales, entrenan al ser humano en todo lo contrario.
Cada
uno que elija su camino bajo las consecuencias a la que su elección le puede
llevar.
María Isabel Gómez Castillo
Fotografía de María Isabel Gómez Castillo
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