jueves, 13 de marzo de 2014

VÍNCULOS SÓLIDOS: LA AMISTAD


Amo la piedra en sí, por lo que en ella misma representa.

Si son grandes rocas, en ellas puedo recrear mi imaginación y poder transportar mi mente hacia lo que en su día la misma pudo haber sido y del contexto paisajístico del cual formó parte, así como del entorno que la envolvió.

Si son piedras antiguas, que forman parte de una civilización y son historia, mi admiración hacia ellas va dirigida por quienes la trabajaron, la pulieron, las transportaron, cuidándolas con tanta delicadeza para que se dañaran lo menos posible tal y como vemos en algunos restos que quedan de algunas antiguas culturas.  Seguro que por el camino muchas pudieron haberse dañado, pero, para construir un gran monumento sólo dejaron las más resistentes y bellas.

Es natural que cada piedra tenga su propia textura, forma, tono, color, resistencia, brillo, composición, y, aunque parezcan iguales, no lo son. Cada una tiene su propia belleza que la hace especial y la diferencia de las otras porque la exposición a las circunstancias o realidades de cada una y en los espacios en donde se han  formado le dan ese toque especial, aquel tallado peculiar.

Así es la vida de cada ser humano, hecha a pulso, incuestionable, respetable ante los propios humanos de la misma estirpe y similares características que parezca tener.

Tan sólida como una roca y de especial valor, es para mí la amistad, la que, sometida a la intemperie de los tiempos, sobre vive muchas veces intacta, y, aunque parezca dañada por alguna vicisitud, siempre queda en ella algo en la que se deja reconocer.

Una vez más, gracias.

Gracias a mis verdaderos amigos.

María Isabel Gómez Castillo


Fotografías de María Isabel Gómez Castillo

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