Barcelona, fue una ciudad que, en lo que
pude, la recorrí con gusto.
Entre uno de los tantos recorridos que
alcancé a realizar, se encuentra la emblemática zona de Monjüic. Este rincón me
cautivó. Se trata del Antiguo Jardín Botánico de Barcelona, desde donde, se
divisiva este hermoso torreón que, entre guiño y guiño, consiguió primero
captar mi atención para que, con mi mirada lo congelase en ella, a través de
esta sencilla fotografía.
Este torreón, se convirtió en un reto. El
conseguir una hermosa vista, desde un diminuto ángulo que apenas me dejaba
visionarlo para captarlo, se convirtió en casi una obsesión confluyendo con mi
pasión, que es la fotografía.
Desee conservar un rincón de Barcelona que
recopilase la variedad de los matices y texturas de sus paisajes. Aquí, casi lo
contenía todo, menos el mar, el que, reflejado en su celeste cielo y, el que
combinado con la belleza del verdor de la naturaleza, me permitiría combinar en
mi memoria e imaginación, lo colores precisos hasta llegar al verde turquesa de
las cristalinas aguas de algunos rincones del mar del Mediterráneo
Catalán.
Este rincón, simboliza sólo parte de la
majestuosidad arquitectónica que me tenía cautivada y que era posible divisar,
desde diversos puntos de la ciudad, ya que, casi toda ella, comprendía esta
belleza.
Pienso que, para mi mirada, fue un regalo
paisajístico integral.
Los sonidos que aquel día acompañaron a éste,
fueron también, un auténtico regalo. Eran el de diversas aves que cantaban a media mañana
mientras buscaban su alimento rutinario, propio de aquellas horas. El viento
que con su suave brisa mediterránea, me refrescaba ante aquella calurosa
exposición. Y, finalmente, el silencio. La ausencia del bullicio (los sonidos
que irrumpen en una ciudad tan grande y concurrida como lo es la Barcelona),
estaban ausentes. El medio día en un día de verano caluroso, era perfecto para que
todo un espacio turístico, estuviese casi sólo para mí. ¡Qué privilegio!
Aquí, conservo sentidos, sensaciones,
recuerdos, que llaman a mi memoria, a mis emociones, a mi... otra patria o
tierra. Aquí, comprimo mi gratitud.
Una sola pieza de un diminuto pero
significativo paisaje, conlleva la esencia de toda una experiencia de
vida.
Repito, esta, es una de mis fotografías con
las que puedo dar gracias.
Ésta, es una de mis fotografías preferidas,
porque el rincón y el día fue preciso, para amar y recordarme qué una
experiencia de amor puro, sin más, que las que brinda las delicias de saberse
ser, para poder estar. Y yo fui, y
estuve. Ésta es mi prueba. Sin saberlo, aquella fotografía, sería un poco de lo
que hoy siento: presencia en medio de la ausencia. Plenitud de vivir la vida
con gratitud a la misma.
María Isabel Gómez Castillo
Fotografía de María Isabel Gómez Castillo
Fotografía de María Isabel Gómez Castillo
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