Sólo desde el silencio puedo contemplar los detalles que se a mi vista se me regala para sentirlos y percibirlos como experiencias únicas, especiales para mi vida.
Contemplar la manifestación de Dios Padre a través de su creación, que vaya más allá de sus creaturas, es un regalo, es una bendición.
El silencio, en mí requiere esfuerzo, sin embargo retoma sentido, cuando por el, se me concede la oportunidad de amar dando gracias por cada detalle con el que soy cuidada en mi vida para con ella vivir; para amar con el celo propio de hija de Dios Padre que me esforzamos en vivir su voluntad. Esta experiencia, hace que me sienta bendecida.
Si tener la oportunidad de saber dar gracias es una bendición, también lo es el tener la vida para por ella saber vivir admirándonos de las maravillas que se nos concede para a través de ellas, amar.
Isabel Gómez Castillo
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