El
amor a mi carrera, casi siempre me conduce a caminos inverosímiles, que
entrañan sentimientos encontrados, y que despiertan en mí, la pasión ardiente de
una vocación que se concentra profesionalmente a través del ejercicio de la
psicología.
Cuando
me dan la oportunidad de elegir, suelo optar
por caminos complejos, angostos e intrépidos, con rutas largas (ésta, será más
benevolente); éstas, a veces estremecen conciencias. En la mía se instaura un compromiso aún mayor de gran responsabilidad, porque hace evidente la misión que tengo en mis manos, casi
siempre, no sólo de riesgo, sino de fuerte compromiso con seres frágiles,
vulnerables, que requieren apoyo integral, para ser tratados con una exquisitez
humana que toque la parte más honda de su ser y así, podamos llegar juntos
al dialogo empático.
Si
cada oportunidad laboral es un reto, en esta ocasión lo es con más razón
ya que la necesidad apremia para todas
las partes y la fragilidad evidente de quienes habitan en las zonas por donde
trabajaré este año, requiere cuidado, no
sólo para mí, sino que, de manera especial, para quienes me toque asistir.
Ningún
camino me es nuevo. Con algunos de ellos,
ya somos viejos conocidos. Lugares que apenas comenzaban a emerger hace más de dos décadas, tocando casi para
tres y que, ahora muestran signos de
organización social significativa para quienes con esfuerzo han hecho sostenible cada uno de los techos
que los acogen personas en hogares que pese a toda la adversidad que entraña la
jungla de la urbe limeña y ahora, chalaca, siguen creciendo.
Los
habitantes de esta población, han crecido así como población en sí, mientras que yo, he crecido en edad,
en experiencia profesional y humana.
Con
el tiempo, nos volvemos a reencontrar, con nuevos retos, con otras realidades,
sin embargo, con un punto en común: la necesidad de seguir surgiendo como seres
humanos dignos que buscamos hacer de nuestra
sociedad un espacio de inclusión, cuando en algún momento dado se
percibía la exclusión social de manera
extrema.
De mi actual reto, sólo muestro algunas imágenes ya que, a buen entendedor pocas palabas.
En
el reportaje fotográfico, que a continuación
presento, expongo a quienes me acogen, en donde me acogen y por qué mi amor a
mi profesión, ya que siempre me tiende la mano
para tenderla, para compartir lo que se me compartió, para dar lo que
jamás se me negó, como ha sido siempre la esperanza, la oportunidad de vivir
y hacerme un ser humano con valores.
Mi
reto, es ahora compartir mi experiencia personal a través de las estrategias
que mi carrera profesional me permite utilizarlas para hacernos conjuntamente
más.
El
riesgo es mutuo, la necesidad también.
No encuentro diferencias entre ellos y yo, ya
que ni un título me distancia de mi
actual comunidad, todo lo contrario,
me aproxima aún más, ya que a través de éste quedo invitada a vivir
el desprendimiento como muestra de amor
y rozo casi la plenitud profesional porque estoy arropada de una
comunidad que con sentido espiritual, da otra perspectiva a mi labor y vida.
Gracias
a quienes me dan la oportunidad de esta nueva experiencia profesional y
personal. También, gracias, a quienes me
acompañan en la misma.
María
Isabel Gómez Castillo
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