Existen experiencias gratas así como agradecidas, sobre todo las que se experimentan durante la niñez o la juventud y de las que surgen como fruto de ellas amistades sólidas que van madurando en el tiempo con las personas a través de sus experiencias.
De
estas amistades, y, porque no decirlo, de estas experiencias, también son
contadas porque situaciones especiales que se dan en contextos y circunstancias
que señalan, que fijan, que marcan la relación.
Aquí,
de lo que se trata es lo auténtico y de ser auténtico tanto el uno como el otro
así como la una con la otra persona.
Es
diferente a tener una relación únicamente de camaradería, que responde a un
momento circunstancial y a una etapa de la que se puede conservar de ella con
gratitud el aprecio recibido y el cariño brindado así como cualquier otra
necesidad cubierta por ambas partes tanto para el uno como para el otro.
Ésta,
es una experiencia especial, por ello, para quienes la vivan, le invito a
conservarla y a retomar vínculos que sí merecen la pena ser retomados más aún
cuando de por medio se ha dado el perdón.
De
tener este añadido, como es el perdón, a una experiencia de amistad, en la
acción de reconciliación, es en donde se podrá valorar más aún desde la
ausencia y el silencio transcurrido el verdadero cariño y compromiso que ambas
personas se puedan profesar.
Porque
insisto, el tener un amigo, es haber hallado un tesoro. Y, como todo tesoro, ha
de ser bien conservado y se es reencontrado, más aún esforzarse en preservarlo
otorgándole los mimos y cuidados necesarios bajo una mirada serena, segura,
transparente, inocente, que prevenga la nuevamente la confusión y se de una y
definitiva pérdida.
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