Cada vez que paso desde el
autobús delante de este cactus que,
caprichosamente ha tomado esta forma, me pregunto: ¿es así su genética?, ¿qué
provocó su peculiar y caprichosa forma?
O, ¿es un tema genético ya que hay más
de un cactus que en mis largos y variados
recorridos alcanzo a divisar?
Sólo sé que esta imagen me aleja
por unos minutos de mi abstracción cotidiana, invitándome a reflexionar sobre
seres humanos que diversos motivos, en
sus vidas dan giros inesperados dejando impresiones de consternación ante
mutaciones emocionales que trastocan su semblante y apariencia física.
Por lo menos, este cactus,
es una planta. El hombre, es un ser humano que deja con su hacer
constancia de su ser. Es ahí, la gran responsabilidad de sabernos siempre acorde a
nuestra estirpe o especie.
María Isabel Gómez Castillo
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