Hace un tiempo, redacté brevemente la historia de Wilmer, a quién el
Mar (abierto y bravo)
de Costanera de San Miguel, en Lima, se llevó.
Pasado ya unas cuantas décadas de
aquel hecho, e intentando reconocer el lugar que lo vio nacer y
crecer, doy gracias a Dios Padre por haber salvado con la muerte repentina ante un trágico e inevitable accidente a éste, entonces menor.
A Wilmer se lo llevaron las
peligrosas mareas imprevistas propias del Océano Pacífico que bordean las costas de Perú y en
especial del mencionado distrito limeño, a
sus contemporáneos, se los lleva
la droga, bajo agónica muerte auto infligida
que lastima la sensibilidad de cualquier ser humano consciente del
valor de la Vida.
Ahora, comprendo que Wilmer, fue
un niño santo (alma pura y sufrida), elegida por nuestro amado Padre Celestial, para salvar
del infortunio que a sus amigos y
vecinos les esperaba.
Todos los del barrio tuvieron las
mismas oportunidades de elegir para
sus vidas algo mejor, sin embargo, primero la soledad,
seguida de la confusión, para pasar después a la soberbia, han llevado a que
muchos de sus contemporáneos hayan
decido matarse lentamente y con ellos otros seres indefensos y confusos,
violando así, toda regla de la VIDA.
Para ti, quién siempre serás mi
pequeño Wilmer entrego mis gracias al Padre por permitirte que descanses en
paz, como gracias doy, por aquellos que, pese a toda la realidad que les ha acechado y acecha, han
optado por llevar a su manera, un estilo
de vida digna siendo ejemplo constructivo para nuevas generaciones de un barrio o urbanización. Por
ellos, en este día también doy gracias.
En este día de todos los
difuntos, elevo mis plegarias por mis
seres queridos (familiares, amigos y conocidos), que han partido, para que en
su estado de trance nos sean intercesores ante los ojos de Dios Padre no sólo de mis necesidades
sino también de aquellos que de una u otra manera me permites que tengamos un
vínculo en común sea de manera puntual o continuo por la amistad y cariño que
nos une.
También Padre amado, te pido ilumines a aquellos que, deciden
culminar con su vida conscientemente de
sus hechos y más aún, por aquellos inconscientes que deciden aprovecharse de
seres confusos y solitarios para llevarlos a una agónica muerte orgánica, psíquica y espiritual, tocando sus
mentes con tu Santo Espíritu, con la confianza de que serás Tú, quién haga justicia, tal y como lo señala el Salmo 139.
María Isabel Gómez Castillo
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