Así, en medio y caminos que
van de entre estos parajes, es en donde he decidido vivir.
Entre la sencillez y la calma. La
pobreza y la miseria humana de lugares
que parecen decentes, pero que son focos
de perdición de vidas por drogas, extorsión, centros de todo tipo de mafias,
hogares con menores en riesgo de exclusión social por las prioridades en las
que sus padres (si los tienen), se
encuentran absortos. Entre la aparente seguridad, pero con la alegría de saberme útil a través de mi profesión y la madurez en esta etapa de mi vida alcanzada.
He de decir que, pese a
circunstancias adversas, soy privilegiada porque trabajo en mi carrera y doy
desde ella, el servicio para quienes considero más lo necesita, lo valoran y
quedan satisfechos de un servicio integral.
Sigo buscándome espacios
laborales más estables con gente responsable en medio de una sociedad carente de ética y en general, cada vez más falta de valores
dispuesta a cualquier precio abrirse camino
para llegar a lo que se supone son sus aspiraciones.
Ahora, Perú, es una sociedad fría entre los suyos.
Más arribista que nunca, así como clasista y racista, dando cabida a cualquier tipo de extranjero
que, aunque éste venga a pervertirla, corromperla aún más y devaluarla en
modelos o iconos a seguir, siguen teniendo prioridad sobre la gente autóctona, trabajadora y honesta. Desde mi punto de vista, esta realidad la empobrece y la
convierte en una sociedad triste, con
poca calidad de vida para de aquí a unos pocos años.
Mis recorridos en carretera son
duros y largos. Plenos de baches,
entre mucha gente de provincia,
con diversos acentos pese a que todos, aparentemente hablen una misma
lengua. Puedo ver en rostros su
cansancio, sus necesidades, preocupaciones, sus realidades que para
muchas otras miradas pasan
desapercibidas. Pese a todo, son personas pujantes, emprendedoras, creativas,
emocional y psicológicamente fuertes (aunque
contengan el llanto de la amargura, frustración o cualquier otro tipo de
dolor físico o emocional que no puedan
o sepan expresar)
En medio de todo, también hay
voces cálidas, gente generosa, educada,
respetuosa, solidaria; aunque, a ser
verdad, en poblaciones que eran consideradas
como conos (por estar alzadas lejos de los
distritos de mayor antigüedad), en
menor proporción, no obstante, sí
se observan otros rasgos de gran valor:
gente trabajadora, decidida, madura (puede que con su infancia perdida), con
experiencias de vida que los hacen de mirada dura, pícara, pero honesta.
Pese a todo, aún es posible encontrar miradas inocentes en
personas adultas que son un signo de esperanza en una extensa urbe versátil y
dispersa.
María Isabel Gómez Castillo
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