El título del presente escrito,
prácticamente responde a las realidades
que me abordan que he venido observando y experimentando desde el año y medio
de estancia en Perú, tras una larga ausencia de mi Patria.
Encuentro que mi bello Perú, a día de hoy,
acoge en general una sociedad inescrupulosa, egoísta, entregada a la
difamación de la integridad moral de personas que son incómodas por su íntegra
conducta, profesionalismo o calidad humana que tienen un serio compromiso ético
social y profesional. Esta práctica se da en diversos ámbitos y estatus
sociales, siendo lo más triste que en diversos casos afecta a la integridad
moral y emocional de menores por causa de abuso de autoridad o como mala praxis
de conductas socialmente aceptadas como es el chisme y cuyos daños, sobre en
todo en menores (quienes son frágiles y vulnerables), por las diversas realidades en las que se
desarrollan desde sus hogares, los exponen a riesgos de caer en conductas de
exclusión social.
El chisme y lo que considero ya una adicción al mismo,
es una de las conductas sociales que abanderan a muchos ciudadanos que gozan de
ser objeto o sujetos de diversos escándalos públicos que son en algunos casos
lucrativos (si son públicos y difundidos por medios de comunicación), para diversos individuos que, pretendiendo pasar
como señores o señoras, su cinismo
social (así consentido por toda una
comunidad), no les exime de seres mezquinos que se lucran con bajezas o fragilidades de algunos seres
humanos. Si, esto se da a nivel macro social, lo que más lamento es que, menores sean víctimas
de ya no sólo de sus pares sino
de adultos que inescrupulosos que presentan desequilibrio emocional, descarguen
sus frustraciones en menores afectando su desarrollo emocional y
mermando su autoestima.
Conocidos y amigos me dicen
¡calla!. ¿Qué no sabes que este el país del silencio?, ¿Qué no sabes que por
mirar, opinar o “meterte”, comentar, al querer buscar justicia, te pueden matar?, ¡con lo barato
que cobran los sicarios por matar tras
encargos de las mafias, extorsionadores o cualquiera a quienes les resultes
molesta.! ¿No te das cuenta que no merece la pena decir nada? ¡Que Perú alberga
una sociedad corrupta, en donde se aplica el dicho: “callada estás más guapa” y
que para poder vivir haz de hacerte la sorda, la ciega y la muda?
Me cruzo día a día a día con
escenas de riesgo.
Trabajo, vivo y me muevo en
zona de riesgo, en donde diversos tipos de mafias me rodean, me
observan, a quienes ya les soy incómoda y porque he potado sólo por vivir desde
lo que mis dos vocaciones como son mi amor a la vida misionera con el
compromiso que el Evangelio me invita a vivir
y ejerciendo mi amada profesión como es la psicología, ya les asusta, les pone a la defensiva que los hacen
perder los papeles con trampas psicológicas que piensan puedo picar ya que, otra característica de mis compatriotas es subestimar y mirar de tener
limitado a verdaderos seres humanos autóctonos que carecen de apellido,
nacionalidad, rostro o físico que les avale para evitar ser víctima de la
discriminación social, laboral, económica y más.
La sociedad peruana, sigue siendo una sociedad machista, clasista,
racista, muy a pesar de mis observaciones tal y
como se puede apreciar en los diversos
medios de comunicación en donde los apellidos compuestos, importados, rostros
retocados, son los que siguen teniendo acceso a determinados niveles sociales, mientras que los autóctonos, han de
quedar en un segundo lugar sometidos a
los caprichos de sus “amos”.
Los pocos que sobre salen
socialmente con algún rasgo o nombre autóctono, demuestran que el poder y el
dinero ajeno (no declarado y desviado de fondos públicos), les permite vivir
con descaro otorgándose lujos superfluos de tipo estético, turísticos…, utilizando
diversas estrategias en pos de
garantizarse a través de su nivel delincuencial encubierto y socialmente
consentido, ingresos económicos perpetuos tal y como otros con características
similares así lo demuestran, tal como ya es conocido con ex presidentes de la
República del Perú.
Si he de hacer una conclusión,
he de decir que, estamos en crisis moral, con riesgo social económico
elevado de catástrofe económica, de mayor población empobrecida que lleva a que
sigan inmigrando a la ya asfixiada y superpoblada ciudad de Lima en donde se esconde realidades de pobreza extrema,
silenciada por la propia sociedad
que se avergüenza de su esfuerzo y
necesidades de surgir como personas que tienen derecho a un trato digno con
calidad humana.
Mientras continúen actitudes egoístas que saltan a la vista ante
la necesidad de repartir los canones que
generan las regiones que actualmente
dividen Perú, hacia poblaciones más necesitadas
y de pocos o carentes recursos
naturales para conseguir ingresos económicos que hagan viable su autogestión
económica y social y su debido desarrollo, me parece que como sociedad en
general, estamos en un grave riesgo que
nos expone a auto enfrentamientos.
Concluyo señalando que callar es
de cobardes y que el sol no se
puede tapar con un dedo.
Que, si bien es cierto, mi vida
no la tengo comprada, mi consciencia, no
la tengo vendida, por lo que no callaré. Lo que por ahora impide que alce mi voz son motivos de salud y de readaptación a esta nueva sociedad
que cada día me sorprende más.
Tener experiencias como las que
me abordan en solitario, es agotador y de riesgo. Desde mi oración, guiada
por el
Evangelio, también se me invita a la prudencia, a
saber ponerme con fe en que la justicia
verdadera, vendrá del Padre Celestial y que, antes que yo, me he de
dejar guiar por su Santo Espíritu.
María Isabel Gómez Castillo
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